Aprender a tomar mejores decisiones
No hay día en nuestra vida en que no tengamos que tomar alguna decisión. Hoy es particularmente difícil aprender a tomar decisiones. Explicamos por qué no es tan sencillo y damos una serie de instrucciones para mejorar la calidad de nuestras decisiones.
En primer término, tomar decisiones tiene que ver con cultivar un espíritu de independencia y libertad. En la época en la que vivimos, da la sensación de que quieren hacer de los jóvenes una especie de «rebaño de esclavos felices» o de gente distraída porque es una estrategia que resulta más sencilla. De esta manera, a cada joven lo vas manteniendo contento con lo que le gusta y, por tanto, será fiel a una marca o a un producto y no lo abandonará. Por esto mismo, enseñar a tomar decisiones es enseñar libertad y la capacidad de pensamiento crítico.
¿Por qué es tan difícil tomar buenas decisiones?
(1) El ser humano es social. A todos nos gusta compartir aficiones, tiempo y modos de pensar con otras personas. Además, cuando otras personas tienen nuestros mismos intereses nos sentimos más fuertes. Sin embargo, hay un peso psicológico muy alto para tratar de ser independiente y crítico porque significa que estamos rompiendo con algunas de las personas que, quizás, son importantes en nuestra vida. Aprender a ser distinto es algo muy difícil para muchas personas.
(2) Tomar una buena decisión requiere hacer pausas y vivimos en la época del vértigo y de la satisfacción inmediata. Vivimos en la época del click y del tab. En la época de lo inmediato parece que ya no importa el no pensar. En realidad, nosotros no estamos tomando la decisión, sino que la están tomando por nosotros. Cuando nos acostumbran a lo inmediato, lo inmediato no siempre es lo que nos va a conducir a la mejor decisión.
(3) Para tomar buenas decisiones es necesario razonar y reflexionar. La época en la que vivimos no ayuda porque vivimos en la época de la explosión del sentimiento (nos lo presenta el cine, las series, etc). Lo único que prima es el sentimiento, el gusto y la intensidad de la emoción. Razonar implica detenerse y capturar exactamente qué está sucediendo y analizar la situación en la que nos movemos. Poner en una balanza todo eso requiere un ejercicio intelectual que resulta bastante pesado para algunas personas porque no ejercitamos la inteligencia lo suficiente. Dos ejemplos son la capacidad de poner ideas ordenadas en un papel o de presentar una argumentación sin criticar o caricaturizar.
(4) Nos cuesta tomar buenas decisiones porque estamos en un ambiente que no se presta pero, si miramos lo que nos puede contar la historia, nunca ha sido fácil tomar buenas decisiones. Precisamente en una de las enseñanzas que nos dejó Santa Catalina de Siena describe el impacto que tiene la opinión del mundo como un río cenagoso e imponente que nos va llevando sin nosotros tener que hacer nada. Es decir, lo más cómodo y lo más sencillo es dejarse llevar por la corriente que nos va llevando.
La capacidad de tomar buenas decisiones implica necesariamente una gran capacidad de independencia.
Hablar de independencia no significa hablar de simple rebeldía o anarquismo, sino que significa que estamos aprendiendo a pensar a fondo. Hay cosas que son tradicionales o modernas y se pueden apoyar o no, pero tenemos buenas razones para poder aceptarlas o no. Por ejemplo: «Sí estoy de acuerdo pero no en todos los casos…», «No estoy de acuerdo pero hay que tener en cuenta…». Cuando hablamos de tomar las decisiones correctas tiene que ver con tener la capacidad de decir en qué estamos de acuerdo, hasta dónde estamos de acuerdo y por qué.
7 pasos para aprender a tomar mejores decisiones
(1) Ser consciente de la meta. Definir y aterrizar la meta. Las metas son el subconjunto de las cosas que tú valoras y las cosas por las que estás dispuesto a hacer algo. Es interesante empezar por aclarar esto aunque, al principio, muchas de ellas pueden parecer un poco abstractas, pero muchas veces estas son las que indican los principios más profundos sobre los que se asienta tu vida y los cimientos más grandes que tú tienes. Habrá que afinar y precisar, pero no te sientas mal de tener este comienzo. No te quedes tampoco en el comienzo. Define tu manera de trabajar a partir de ahí. Preguntas clave: ¿Cuál es el bien que quieres conseguir? ¿Cuál es el bien que te atrae? ¿Qué deseas y por qué? ¿Cómo entra eso en el gran esquema de tu vida? ¿Hay paz dentro de ti?
(2) Conócete a ti mismo. Cultiva un pensamiento independiente. Hay que revisarse haciéndote estas 5 preguntas:
- ¿Qué miedos tienes? Examina el miedo al fracaso, sobre todo.
- ¿Estás huyendo de algo o de alguien?
- ¿Tienes dependencias? Es importante. Cada caso es un mundo. ¿Puedes vivir lejos de la familia?
- ¿Estoy tratando de demostrarle algo a alguien? A veces queremos demostrar cosas por agradar o por vencer. No eres libre porque lo haces por reacción.
- ¿Dependes de costumbres arraigadas de tu familia? ¿Qué tan sana es esa costumbre? ¿Qué tanta libertad te deja esa costumbre?
(3) Ver las opciones/caminos y los intereses de tus decisiones.
- ¿Quién está ganando por esta decisión?
- ¿A quién perjudica tu decisión? ¿Quién va a resultar afectado?
- ¿Cuáles son las consecuencias de tu decisión para tu familia? Un ascenso suena bien, pero seguramente hay otros factores a tener en cuenta: viajes, horario, etc. ¿Qué va a implicar ese ascenso? ¿Cómo va a influir en tu salud? Una decisión no solo significa prestigio, dinero y visibilidad.
(4) Completar la información. ¿Has reflexionado suficientemente este tema? ¿Tienes paz con lo que estás decidiendo? Hay que tener en cuenta a los buenos consejeros. Un buen consejero es una persona que te ayuda a ver los dos lados de un problema, sobre todo te ayuda a ver lo que tú no estás viendo. Te quiera tanto que está dispuesto a decirte lo que tú no quieres oír, por tanto, es capaz de contradecirte con razones. Si la persona tiene algún tipo de interés seguramente lo descalifica. Es una persona que tiene verdadero desinterés.
(5) Tomar en cuenta las previsiones.
- Hay que tener plena conciencia que decidas lo que decidas siempre habrá alguien descontento. Toda decisión va a causar rechazo y desaprobación. Tú tienes que mantener tu dignidad y la de los demás.
- Hay aspectos de tu personalidad con los que vas a tener que luchar: pereza, criterio independiente, etc. ¿Qué parte de tu personalidad puede entrar en colisión con lo que tú tienes que decidir?
- ¿Si algo falla dónde va a haber ayuda?
- ¿Qué alternativas hay?
(6) Evaluar resultados. Hay que mirar qué ajustes son necesarios. Por ejemplo: mucha importancia a la vida social y menos al estudio. Para llegar a la facilidad hay que pasar por la dificultad. Se necesitan muchas horas para lograr dominar una técnica. Una buena evaluación es ver cómo se están relacionando tiempo, recursos y resultados. Pregúntate qué personas faltan colaborando en el proceso y quiénes más se podrían estar beneficiando.
(7) Consolidar y mejorar el proceso. ¿Qué has conocido de ti en tu proceso? Si no estás mejorando, algo está fallando. Dice San Juan Pablo II en su carta Laborem exercens que habla sobre el trabajo humano: «Lo más grande del trabajo no es lo que tú cambias, sino en quién te vuelves». Lo más grande del trabajo o de tu estudio es lo que sucede en ti. Si no te está cambiando, no está logrando tu objetivo. Preguntas clave: ¿Qué estás aprendiendo? ¿Qué aprendes de las personas que tienes cerca? ¿Qué cambió en ti en este proceso? ¿Qué mejoras puedes implementar?
Esperemos que esta lista te ayude a tomar mejores decisiones. El hecho mismo de que te hayas detenido a leer este post y reflexiones acerca de estos puntos, ya es un comienzo.