Por qué la belleza importa
Este artículo presenta un resumen del documental de la BBC «Por qué la belleza importa», narrado por el prestigioso filósofo, escritor y profesor de estética Sir Roger Scruton (1944-2020), que explica, a lo largo de una amena hora, la importancia de la belleza y cómo se han deteriorado los cánones de belleza en el mundo actual.
Why Beauty Matters – Por qué la belleza importa – Subtitulado en español. from Carlos Urbaneja SIlva on Vimeo.
Si le hubieran preguntado a la gente educada en cualquier momento de entre 1750 y 1930 sobre el objetivo de la poesía, el arte, la música o la arquitectura hubieran respondido que la belleza. La razón de esto es porque entendían que la belleza es un valor tan importante como la verdad y la bondad. En el siglo XX, la belleza dejó de ser importante. El objetivo se volvió perturbar y romper con los tabúes morales. Dejó de ser belleza para convertirse en originalidad lograda como fuera y a cualquier costo moral para ganar certámenes. Por su lado, la arquitectura se volvió estéril y sin alma. Durante este siglo XX, el lenguaje, la música y los modales se fueron haciendo cada vez más estridentes, egocéntricos y ofensivos como si la belleza y el buen gusto ya no formaran parte de nuestras vidas (ejemplos: Sarah Lucas –Got a Salmon On (Prawn)–, Martin Creed–Work No. 610 «Sick Film»–, Gilbert & George –Shitty–). Este culto a la fealdad es consecuencia de palabras como “yo”, “mis beneficios”, “mis deseos”, “mis placeres”. En palabras de Scruton: «Creo que estamos perdiendo la belleza y existe el peligro de que con ella perdamos el sentido de la vida”.
El filósofo y escritor se presenta en pantalla diciendo que estos últimos años se ha preguntado por la belleza, que es cualidad fundamental para nuestra civilización durante más de 2000 años. Desde sus inicios en la antigua Grecia, los filósofos han argumentado que a través de la búsqueda de la belleza, hacemos del mundo nuestro hogar. A través de la belleza, también llegamos a comprender nuestra propia naturaleza de seres espirituales. Parece que nuestro mundo ha dado la espalda a la belleza y, por eso, nos encontramos rodeados de fealdad y alienación.
Scruton, a través del documental, quiere persuadirnos de que la belleza importa y que no es sólo una cosa subjetiva, sino una necesidad universal de los seres humanos. Si ignoramos esta necesidad, según Scruton, nos encontramos en un desierto espiritual. El remedio al caos y sufrimiento para los grandes artistas del pasado era precisamente la belleza porque una obra de arte espectacular brinda consuelo en la tristeza y ánimo en la alegría. Estas obras muestran que la vida vale la pena. Muchos piensan ahora que lo fortuito de la vida moderna no puede ser redimido por el arte. Muchos piensan ahora que lo fortuito de la vida moderna no puede ser redimido por el arte. Un ejemplo de esta tendencia es el francés Marcel Duchamp que firmó un urinario con una firma ficticia: R. Mutt. Un gesto satírico, diseñado para burlarse del mundo del arte y de los esnobismos que lo acompañan, pero ha sido interpretado como prueba de que todo puede ser arte: una luz que se enciende y apaga, una lata de excrementos o, incluso, un montón de ladrillos. Pareciera que el estatus sagrado del arte se haya perdido, es decir, ya no nos eleva a un plano moral o espiritual más alto. Es solo un gesto humano como cualquier otro. Pareciera también que aquellos que buscan la belleza en el arte estuvieran fuera de contacto con las realidades modernas. Este efecto chocante que producen estas obras «modernas» se vuelve aburrido y vacuo cuando se repite, convirtiendo el arte en una broma que ya no es divertida.
Scruton, añade, que el arte creativo no se logra simplemente teniendo una idea que, por supuesto, puede ser interesante y divertida, pero esto no justifica la apropiación de la etiqueta «Arte». Si el arte fuera solo una idea, cualquiera podría ser un artista y cualquier objeto podría ser una obra de arte. Por lo tanto, si compras esa concepción, ya no habría necesidad de tener habilidad, gusto o creatividad. En palabras de Scruton: «Creo que Duchamp no se deshizo del arte, sino se deshizo de la creatividad».
Michael Craig – Martin siguió el ejemplo de Duchamp con su propia obra llamada «Un Roble», que consiste en un vaso de agua en un estante con un texto que explica por qué es un roble. Scruton lo visita en lo que parece su lugar de trabajo y le explica que la primera vez que entró a San Pedro y se enfrentó a La Piedad de Miguel Ángel fue para él una experiencia transportadora y su vida cambió. Cuando le pregunta a Craig-Martin si cree que alguien podría tener esta misma experiencia con el urinario de Duchamp o con su roble, Craig – Martin comenta que no cree que la gente se abrume por un sentido de belleza al ver el urinario, porque no busca eso, sino que busca cautivar la imaginación y para Craig – Martin cautivar la imaginación es la clave de lo que una obra de arte busca. Lo que dice este artista es que Duchamp sintió que el arte se había interesado demasiado en las técnicas y en la óptica que se había vuelto intelectual y moralmente corrupto, por tanto, su razón para hacer una obra no era el cinismo sino negar todas las cosas que la gente dice el arte debe tener. Para Craig – Martin, Duchamp trataba de cambiar las cosas hasta el punto de que una obra de arte es tal porque la consideramos como tal. ¿El objeto del arte de Duchamp o en qué ayuda a la gente? Craig – Martin dice que espera que ayude a la gente a ver el mundo en el que viven de manera que le dé más significado y no un mundo ideal de otro mundo o un lugar mejor, sino el mundo en el que tratan de vivir más cómodos.
La pregunta que se hace inmediatamente después Scruton es: ¿es el resultado de estas obras realmente arte? Una obra de arte no lo es sólo porque ofrece un trozo de realidad, fealdad incluida. El arte necesita creatividad y la creatividad consiste en compartir. El arte es una llamada a ver el mundo como el artista lo ve. Sin embargo, Scruton piensa que “la creatividad no es suficiente y la habilidad del verdadero artista es mostrar lo real a la luz del ideal y así transfigurarlo, y que esto es lo que Miguel Ángel logra en su interpretación de David.”
Scruton reconoce que en nuestra cultura democrática moderna la gente piensa que es amenazante juzgar el gusto de otra persona, incluso dice que hay gente que se ofende si les dices que hay diferencias entre el buen y el mal gusto o que importa lo que mires, leas o escuches. Si bien esto es así, no ayuda a nadie vivir en un mundo polarizado, por lo que el propio Scruton invita a descubrir los estándares de belleza que tienen una base firme en la naturaleza humana y hemos de buscarlos e integrarlos en nuestras vidas.
El profesor de estética plantea que quizás la gente ha perdido su fe en la belleza porque han perdido su creencia en los ideales. Para la sociedad de consumo, lo que importa es el mundo del deseo. No hay valores más allá de los utilitarios, es decir, algo tiene valor si tiene un uso. En este contexto, ¿de qué sirve la belleza? Oscar Wilde escribió: «Todo el arte es absolutamente inútil». Para Wilde la belleza era un valor más alto que la utilidad. El mundo moderno necesita tanto cosas inútiles como, o incluso más, que las cosas útiles. Tan solo hemos de pensar en la utilidad del amor, la amistad o la devoción. Lo mismo ocurre con la belleza, que para esta sociedad de consumo es un efecto secundario. Esto nos lleva a un punto donde las obras de arte tratan de buscar crear una marca, igual que la publicidad.
Por un lado, hemos hablado de la dirección del culto a la fealdad en las artes pero también está la dirección encaminada al culto a la utilidad en la vida cotidiana. En la intersección entre estas dos direcciones es donde entra la arquitectura moderna. Scruton saca a relucir la doctrina del arquitecto estadounidense Louis Sullivan que dice que la forma sigue a la función, es decir, deja de pensar en cómo se ve en el edificio y piensa en cambio en lo que hace. Para mostrar los efectos desgarradores de esta doctrina, Scruton viaja a la ciudad donde creció cerca de Reading (Inglaterra), conocida por ser una ciudad victoriana con calles adosadas e iglesias góticas coronadas por elegantes edificios públicos y refinados hoteles. En 1960, sin embargo, todo empezó a cambiar dando paso a edificios de oficinas y otros edificios públicos sin tener en cuenta la belleza. Esta parte del documental muestra las consecuencias de solo considerar la utilidad en la arquitectura: pronto se convierten en edificios inútiles porque nadie quiere estar en ellos de lo feos que son. Scruton pone un ejemplo de un pequeño comercio en la misma ciudad vendida al culto a la utilidad y dice que es el único lugar «vivo» que queda porque la vida viene del edificio. Resulta que nada es más útil que lo inútil, siguiendo las palabras de Wilde. Muestra algunos ejemplos de arquitectura con adornos que nos liberan de la tiranía de lo útil y satisfacen nuestra necesidad de armonía. Estos adornos nos recuerdan que tenemos más que necesidades prácticas. Si las necesidades espirituales y morales no están satisfechas, nosotros tampoco lo estaremos. La vida vale la pena cuando las cosas que vemos en la vida cotidiana (un destello de luz solar, una melodía, un rostro amado) nos llegan en los momentos más inadvertidos. La experiencia de la belleza nos conduce a lo divino.
Platón escribió en la Atenas del siglo IV A.C. que la belleza es el signo de un orden distinto y superior. Platón creía que los seres humanos son peregrinos y pasajeros en este mundo. Tanto Platón como Botticelli nos dicen que la verdadera belleza está más allá del deseo sexual. Uno de los ejemplos que pone Scruton es el del pintor Rembrant para mostrarnos que la belleza es algo común y cotidiano. Cualquier momento del día puede activar nuestra mente con un repentino destello de percepción. Solo necesitamos ojos para ver esa belleza y corazones para sentirla.
Scruton también menciona al tercer conde de Shaftesbury que dijo que la ciencia explica las cosas pero su relato del mundo está de una manera incompleto. Nosotros podemos ver el mundo desde otra perspectiva, no tratando de usarlo o explicarlo, sino simplemente contemplando su apariencia. Esta idea de Shaftesbury alentó el culto a la belleza que elevó la apreciación del arte y la naturaleza. De todas maneras, en el documental, Scruton narra que, para Shaftesbury, no se necesita una obra de arte para presentarnos la belleza del mundo, sino que simplemente necesitamos mirar las cosas con ojos claros y emociones libres. La idea que subyace es que mirando las cosas y no tanto tratando de explicarlas o explotarlas, entenderemos su significado.
Kant, influenciado por esta idea de Shaftesbury, argumentó que la experiencia de la belleza viene cuando ponemos nuestros intereses a un lado. Lo que viene a decir es que cuando miramos las cosas no para usarlas para nuestros propósitos o para explicar cómo funcionan o para satisfacer alguna necesidad o apetito, sino simplemente para absorberlas y reconocer lo que son. Lo que hay detrás de nuestra experiencia de la belleza es lo que Kant llamó la actitud desinteresada. A través de la belleza somos llevados a la presencia de lo sagrado.
La belleza, así como la conexión entre lo bello y lo sagrado, han sido parte de nuestro anhelo de consuelo en un mundo de peligro, tristeza y angustia. Scruton también dice que muchos artistas miran hoy la idea de belleza con desdén. Así como aquellos que pierden su religión se burlan de la fe que han perdido, comenta Scruton, también los artistas de hoy quieren tratar la vida humana de manera degradante y burlarse de la búsqueda de belleza. Pone ejemplos de Martin Kippenberger, Sarah Lucas o Jeff Koons, entre otros. Estos ejemplos ponen de manifiesto que la profanación intencional es también una negación del amor y un intento de rehacer el mundo como si el amor ya no fuera parte de él. Una cultura sin amor decide retratar al mundo humano como imposible de amar.
De los últimos ejemplos que pone Scruton, el de la crucifixión de Mantenga mostrando la más cruel y horrible de las muertes es de lo más destacable porque logra una majestuosidad y serenidad que redime el horror que muestra. Esta pintura consigue mostrar que frente a la muerte, los seres humanos todavía pueden mostrar nobleza, compasión y dignidad, y es el arte el que nos ayuda a aceptar la muerte presentándola en esa luz.
Dedica la última parte del documental a preguntarse por las cosas que no son trágicas sino simplemente sórdidas o depravadas y si puede el arte encontrar belleza ahí. Compara la pintura de delacroix que nos muestra la cama del artista en todo su sórdido desorden pero que trae belleza a algo que carece de ella, en contraposición con «la cama» de Tracey Emin, que no hace hermosa la fealdad, sino que comparte la fealdad que muestra. Esto es solo un ejemplo de la vida moderna presentada en toda su aleatoriedad y desorden.
Esta cama nos devuelve a la pregunta planteada por el urinario de Duchamp de si cualquier cosa puede ser arte. Para dirimir esta cuestión, Scruton visita al escultor monumental Alexander Stoddart. En defensa de la conexión entre lo hermoso y lo sagrado, Stoddart pone un ejemplo que es muy gráfico: «Si pasas por un basurero en algún vecindario y ves la cama de Tracey Emin allí, seguirías de largo. En cambio, si vieras el torso del Apolo Belvedere en ese basurero, te detendrías y te meterías en el basurero para recuperarlo”. Los tradicionalistas en arquitectura tampoco están de moda, como el arquitecto Léon Krier de Poundbury, la ciudad modelo del Príncipe de Gales, por sus proporciones humanas, sus calles modestas, dispuestas de manera tradicional, utilizando detalles probados y queridos que nos han servido por siglos. Los detalles de esta ciudad agradan la vista porque siguen patrones y ejemplos establecidos por la tradición. Scruton advierte que no se trata de simple nostalgia, sino de conocimiento transmitido a través del tiempo porque la arquitectura que no respete el pasado tampoco respeta el presente.
Como conclusión, podríamos decir que Scruton muestra a través de todo el documental algunas de las formas en que artistas y arquitectos han atendido a la llamada de la belleza y que, al hacerlo, han dado sentido a nuestro mundo. Estos maestros del pasado (filósofos, artistas, etc) reconocieron que tenemos necesidades espirituales así como apetitos animales. Mientras que para Platón la belleza era un camino a Dios, para los pensadores de la ilustración, el arte y la belleza eran maneras de escapar de las rutinas sin sentido y elevarnos a un nivel superior. En un momento, el arte le dio la espalda a la belleza y se convirtió en un esclavo de la cultura del consumidor, alimentando nuestros placeres y adicciones, y regodeándose en el auto-desprecio. De alguna manera, el arte y la arquitectura moderna no muestran la realidad sino que se vengan de ella, arruinando lo que podría haber sido un hogar y nos dejan deambulando desconsolados y alineados en un desierto espiritual.
Scruton reconoce que la vida moderna llena nuestro día con innumerables solicitudes que nos desorientan pero también argumenta que la respuesta correcta no es validar esta alienación y que hay momentos donde lo sublime puede aparecer inesperadamente y transportarnos más allá del tiempo y del espacio. Scruton encontró este camino a través de la música. Pone como ejemplo final el Stabat Mater de Pergolesi, mostrando que todo el sufrimiento del mundo está simbolizado en sus exquisitas líneas. El Stabat Mater describe el dolor de la Virgen junto a la cruz de Cristo Moribundo. Pergolesi padeciendo de tuberculosis mientras escribía esta obra, simboliza que él es el que muere en la cruz también. De hecho, murió a los pocos meses de finalizar la pieza. Según Scruton, no se trata de una pieza musical compleja o ambiciosa, sino que es simplemente una expresión sincera de la fe del compositor.
El documental termina con unas palabras bastante reveladoras de Scruton: “En este documental he descrito la belleza como un recurso esencial. A través de la belleza convertimos al mundo en un hogar y al hacerlo amplificamos nuestras alegrías y encontramos consuelo para nuestras penas. El arte y la música dan significado a la vida ordinaria. Somos capaces de confrontar las cosas que nos preocupan y encontrar consuelo y paz en su presencia. Esta capacidad de la belleza para redimir nuestro sufrimiento es una de las razones por las que puede ser vista como un sustituto de la religión”. “Lo sagrado y lo hermoso están uno al lado del otro. Son dos puertas que se abren a un solo espacio y en ese espacio encontramos nuestro hogar”, concluye Scruton.