Una reflexión sobre el amor propio
3 dimensiones del amor
Tomando como base a Santo Tomás de Aquino, el amor tiene como tres dimensiones principales y todas son importantes, con énfasis en la más profunda. De lo más superficial a lo más profundo son: emoción, sentimiento y decisión. Idealmente estas tres van juntas pero hay ocasiones en las que no sucede así. Expliquémoslas una por una:
Emoción: deseo de algo bueno o de algo que estimamos bueno. Nuestro amor recorre muchas cosas: lugares, comidas, amigos, familia, etc. La emoción es parte del amor, es como la superficie del amor, pero no hay que quitarle importancia. No nos quedemos con el amor más profundo (decisión) porque hay que hacer el recorrido hasta llegar hasta allí. La emoción es una respuesta que tiene que ver con nuestra manera de ser y nuestros circuitos neuronales. Hay personas, voces y rostros que los vemos y nos despiertan algo muy bonito. No solamente nos pasa con seres humanos, también con animales, un amanecer… Nuestra biología nos «programa» para amar.
Sentimiento: a través del sentimiento conectamos con recuerdos, con esperanzas, con proyectos y con razones. Son un poco más profundos que las emociones. Muchas veces el sentimiento lleva a una persona a que conecte con una causa. La simple emoción no sirve para conectar con un proyecto, pero el sentimiento sí.
Decisión: es el nivel más profundo, porque entramos de lleno a la voluntad, que es un querer guiado por razones. Un ejemplo típico es cuando una persona le expresa su agradecimiento al médico que le ayudó.
Ejemplo: el estudio. No hay ni emoción ni sentimiento pero cuando vemos que hay un bien, hay convicción, nos cuesta menos estudiar porque vemos que hay un bien, ese es el nivel más profundo del amor. Cuando hay un bien y ese bien es grande e irremplazable, entonces olvidas la emoción y el sentimiento. De algún modo, hay que saber respetar estos tres niveles y saber acompañarlos para no perdernos.
Cuando Santo Tomás dice que la voluntad es un querer o apetito racional y por eso cuanto mayor sea el grado de luz o de claridad que tiene la persona y cuanto más formada está la persona, mucho más acertada va a estar su voluntad.
El amor propio según el mundo
El amor propio, cuando es fruto de la entronización del EGO, se convierte en oportunidad para que otros nos manejen manipulando nuestras fragilidades y dependencias. A medida que se va alagando el «yo» se va agrandando y a medida que se alaga y agranda, la persona fácilmente empieza a posponer todo lo demás (familia, salud, etc). La persona que se deja llevar por el amor propio entrega la llave de su libertad. Una persona que logra darle orden a su amor propio, es una persona libre, y cada vez es más difícil manejarla. Por eso es tan necesario conocernos a nosotros mismos. Es importante darnos cuenta de que nuestras fragilidades (el placer, la popularidad, etc) existen y de que solo a través de un proceso de autoconocimiento en Jesús uno empieza a descubrir esas fragilidades, el amor propio.
El verdadero amor propio es el amor que se le tiene al verdadero yo
Decíamos que en el fondo del amor está un bien. Amarse bien es reconocer, con una inteligencia iluminada por la razón y la fe, quién nos ama bien. Eso es lo que nos permite reconocer la bondad infinita de Jesús y la sabiduría de entregarse a su amor. Precisamente en el amor de Él aprendemos a querernos rectamente, es decir, anhelar ante todo lo que es verdadero y eterno.
Cuando uno empieza a descubrir los verdaderos bienes, uno empieza a descubrir quién lo ama a uno de verdad.
Lo verdadero en nosotros es que tenemos unos talentos y unos defectos. Amar los talentos para que den fruto y reconocer los defectos que son nuestras heridas para curarme de ellos. Se trata de poner nuestros talentos al servicio del bien y erradicar de nuestra vida toda maldad. Este proceso nadie lo puede hacer por nosotros.
La mayor victoria es la victoria sobre el amor propio. En palabras de San Josemaría (punto 696 de Surco):
Soberbia. Surco. Punto 696.
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Arrancar de cuajo el amor propio y meter el amor a Jesucristo: aquí radica el secreto de la eficacia y de la felicidad.