Redes sociales: ¿aliadas o enemigas nuestras?
El pasado 18 de septiembre se celebró el Día del Amor y la Amistad. Aunque entendemos que es una fecha comercial en muchos sentidos, también nos da la oportunidad de preguntarnos por la amistad en tiempos de virtualidad.
Los seres humanos tenemos hambre de relación, necesidad de relacionarnos. No estamos hechos para vivir en aislamiento. Por algo decía Aristóteles que «el ser humano es un ser político» porque lo que otro tiene tú no lo tienes. A través de la relación con las otras personas, intercambiamos ideas, expresamos nuestras emociones, adquirimos los valores por «contagio» con otros seres humanos, la relación nos sirve de catarsis porque la alegría compartida es doble alegría, y tenemos una auto-afirmación a través de las relaciones. Este hambre de relación se siente con mayor fuerza y persistencia en la época de la juventud. Una de las características de la juventud es tomar rutas y decisiones. Cuando muchos jóvenes tienen que decidir, sus necesidades de relación son mucho más fuertes, aunque ese hambre no termina con la juventud. Necesitamos de una red o de algún tipo de conexión para poder afirmar lo que va a ser nuestro camino.
Puesto que tenemos esta amplia necesidad, parece que las redes sociales son la opción natural. Veamos primero por qué las redes sociales han ido cogiendo tanta fuerza y han ido adquiriendo tanta popularidad:
(1) Permiten una conversación al ritmo de cada uno (asíncrona).
(2) Permiten posibilidades de comunicación audiovisual.
(3) Se pueden hacer grupos o comunidades.
(4) La libertad del multitasking que permiten puede ser vista como una ventaja.
(5) Nos dan privacidad selectiva, es decir, nos dan la oportunidad de decidir con quién quiero hablar, a quién excluyo, a quién bloqueo, y esto resulta muy deseable para muchas personas.
(6) Dan la satisfacción de lograr seguidores.
(7) A través de ellas es posible conocer nuevas personas.
Pero… las redes sociales tienen sus limitaciones. La comunicación es incompleta de varios modos:
(1) El tema de los bloqueos y de los grupos paralelos engendra necesidad de aceptación «a toda costa» y, por tanto, estandarización de lenguajes y comportamientos. La pregunta «¿cómo tengo yo que comportarme para que no me bloqueen?» produce despersonalización en ti.
(2) La falta de contexto vital nos priva de conocer la realidad de las personas y empieza a crear una especie de realidad paralela (engaño).
(3) Es fácil presentar una imagen falsa de uno, de su vida, de sus valores: ser un buen actor. El que me ve/lee cree que me conoce. Es posible manejar, o por lo menos intentar, una doble vida, que en el fondo es una renuncia a la verdadera amistad, y por consiguiente, un modo de empeorar la soledad. Te creas un personaje y te vuelves esclavo de ese personaje.
(4) Existe el riesgo de escapar: de una situación incómoda en la pareja o en la familia; de la verdad que nos dice la conciencia; de las preguntas profundas y las decisiones necesarias.
(5) Hay síntomas de daño emocional y espiritual: No parece que el mayor uso de las redes sociales ayude a mejorar situaciones como la depresión, ansiedad, violencia verbal, distanciamiento, desasosiego, murmuración o intolerancia sino más bien lo contrario.
(6) Dificultades de comunicación: el drama de las polarizaciones; el círculo vicioso de violencia-miedo-mentira-condena-violencia; la tragedia de las imágenes íntimas; quien ha cometido un error aislándose tiende a aislarse más.
¡Hay salida! Con este post pretendemos mandar un mensaje de esperanza: se puede actuar como joven, como pareja, como familia. Algunas sugerencias:
(1) Tomar conciencia del problema. No nos digamos más mentiras.
(2) Es indispensable dominio sobre tu propio tiempo. Toma nota de cuánto tiempo real estás metido en cada red social.
(3) Ejercitar la voluntad: sobriedad y dosis reales de ascetismo.
(4) Abrir espacios de diálogos reales y no virtuales: empezar por alguna persona sana y de confianza.
¿Cuál sería entonces un uso correcto de las redes sociales en términos de amor y amistad? Algunas recomendaciones:
(1) Aclara tu mente: ¿quieres manejar tus redes sociales o ser manejado por ellas?
(2) Internet no olvida. Hoy mucha gente es más prudente pero sigue siendo una epidemia el sexting, la obscenidad, la vulgaridad…
(3) Una vida egoísta siempre será una vida cerrada al dolor de los demás. ¿No puedes hacer nada útil por otras personas? ¿Todo tiene que ser tú, tú y tú? Pregúntate eso.
(4) ¿Has pensado TODO EL BIEN que podrías hacer a través de tus redes, con tantas personas que tú conoces y que te conocen?
Conclusión
La ilusión de tener mucha gente y la codicia de monetizar puede parecer divertida pero al final tú necesitas mucho más. Aprovecha el bien que hay en estas posibilidades y que no solo sea un escape o una trampa. No permitas que se burlen de ti o seas engañado.